Un embarazo en la adolescencia cambia totalmente el proyecto de vida y pone en riesgo la salud de la madre y del hijo.
La espera y llegada de un hijo o una hija es un acontecimiento maravilloso que genera enorme felicidad a los padres y familiares, sobre todo cuando este embarazo fue deseado y planeado ya que implica una enorme responsabilidad y madurez.
Pero desafortunadamente, en ocasiones este acontecimiento milagroso que permite darle sentido a la vida, se convierte en una carga y en un sentimiento de culpa, miedo y rechazo que afecta la vida en todos los sentidos y es que un embarazo no deseado, genera siempre preocupación, temor y hasta enojo, que generalmente termina por lesionar a quien menos lo merece: el bebé.
Lo preocupante de este problema es que a pesar de la información y de los medios existentes para evitar un embarazo, la cifra de jovencitas menores de 19 años, que se embarazan o que ya tienen hijos, aumenta día con día, de tal forma que solamente en Argentina se reportan más de un millón de ellas.
Este problema afecta a jóvenes de todos los niveles socioeconómicos y educativos, por lo que es importante reflexionar muy bien, sobre todo respecto a lo que implica no solamente un embarazo, sino el tener un hijo o hija en una etapa de la vida en que se está físicamente en pleno desarrollo, emocionalmente se empiezan a expresar y a definir sentimientos afectivos y sexuales y socialmente se está estructurando un proyecto de vida, necesario para poder llegar a la vida adulta con la preparación adecuada, para salir adelante en todos los aspectos y roles que se presentan.
El impacto del embarazo en la adolescencia además de los riesgos físicos, ocasiona un mayor número de abortos o bebés muertos o con problemas congénitos y es también psicosocial, ya que se traduce en deserción escolar, mayor número de hijos a lo largo de su juventud, desempleo o ingresos inferiores de por vida, generalmente fracaso en la relación de pareja y abandono de la vida social con todo lo que ello significa.
Los problemas que genera un embarazo no deseado o sorpresivo, no solamente tienen consecuencias para las mujeres, sino también para los padres que en muchos casos también son adolescentes, pero en otros son adultos, casados o parientes de las madres, lo que implica por supuesto otro tipo de problemas que son los legales, ya que el acoso, el estupro, el incesto, la violación o el abuso sexual, son actos castigados por la ley .
El ser padres durante la adolescencia también representa una “carga” para las familias, que tienen que apoyar y ayudar económica y emocionalmente a los jóvenes, que en muchas ocasiones tienen que vivir con ellos, lo que también afectar la libertad en la relación de pareja.
Otro de los problemas, es el rechazo social o religioso, cuando el embarazo se ha dado fuera del matrimonio, porque si bien, en algunas familias este concepto es más flexible y llega a ser hasta tolerado y aceptado, en la mayoría de ellas sigue siendo considerado como no deseable, fundamentalmente por cuestiones morales y religiosas, que consideran inadecuadas las relaciones sexuales fuera del matrimonio.
Pero el principal problema social, es generado por que tener un hijo o una hija que representa compromiso, sacrificio y abandono de muchas actividades que deben ser parte del desarrollo normal de los y las adolescentes y esta frustración de su proyecto de vida, termina por perjudicar enormemente a quienes no tuvieron nada que ver con una decisión o equivocación apresurada: los hijos e hijas.
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